jueves, 10 de junio de 2010

El, ella y las hormigas

http://www.youtube.com/watch?v=9B-h1EEsKDA

El llega del trabajo a las 20 30. Ordenó su casa antes de salir. Pasó por el supermercado, por otro que no es donde ella trabaja.

Ella salió del trabajo a las 22 y caminó las cinco cuadras hasta la casa de él. Se pintó apenas los labios y se cepilló el pelo tratando de sacar los restos del día de cajera de supermercado.

El preparó una picada modesta pero rica. Un bree entero sobre una tabla chica, con un cuchillo para quesos apoyado en el borde. Unos panes de hierbas de la panadería de siempre. Un lever, aceitunas negras con carozo, tronquitos de apio con aceite de oliva y queso crema con cebolla seca, pimienta y otra vez aceite de oliva. Dejó todo sobre la mesa y con el filo del ojo vio el tarro de veneno en una esquina de la cocina. Se acordó de las hormigas. Sin rastros. La eficacia de la muerte. Se acercó hasta el tarro y lo guardó atrás de la puerta. Timbre.

Recordó el frío de la calle y se puso el pulóver gris topo para bajar a abrirle.

Ella está parada en la vereda, de espaldas a la puerta de vidrio de la entrada. Tiene un sobretodo bordó, pantalones seguramente ajustados y unas botas con un poco de taco. De espaldas le ve la cara y sonríe.

(Ruido de la puerta al abrirse)

El – Hola

Ella – Hola

(Beso en la mejilla. Primer beso)

El - ¿Cómo estás?

Ella – Bien, un poco cansada, pero bien. ¿Vos?

El – Nada cansado así que bien. Estás linda sin tu uniforme.

(Ella sonríe con la boca cerrada)

Ella - ¿El uniforme no me queda bien?

El – Ustedes las mujeres siempre la misma historia

Ella - ¿Cuál?

(El sonríe)

Ella - ¿Me preguntás de nuevo como estoy?

(El la mira inclinando la cabeza con curiosidad)

El- ¿Cómo estás?

Ella – Muy bien, pero con bastante frío. ¿Entramos?

(El sonríe con la boca abierta)

El – Sí claro.

(El entra primero pero le sostiene la puerta desde adentro y la cierra. Caminan hasta el ascensor. El abre la puerta. Ella la cierra. Entran al departamento. Charlan del sofá rosa que él tiene en el living. Ella se ríe un poco mientras hablan. El también. Van a la cocina y se sientan a la mesa. Todo es fácil. Ella le cuenta que vive en Caballito desde que tiene 20 años. El casi no la escucha pero le gusta. El le cuenta que vive en Palermo hace tres años, cuando se separó de otra mujer y que Cortázar es casi su escritor favorito. Hablan. Y se ríen. Y hablan mientras se ríen. El pone un disco de José González. Ella no lo conoce, pero le gusta. Ella le cuenta que cuando eran chicos iban a una quinta donde había hormigueros gigantes. Tan grandes que podías hundir una pierna hasta la mitad de la pantorrilla, pero que tenías que sacar muy rápido el pie porque si no las hormigas se te subían y te picaban. El – ¿Y vos que harías si te rompieran tu casa con un pie? Ella – Exactamente lo mismo. Por suerte no soy una hormiga. El se acuerda del frasco de veneno, del polvo blanco. De los montones de hormigas muertas que juntó durante la semana. De las patitas enroscadas y las antenas quietas. Ella - ¡Una hormiga! Me vienen a buscar. La hormiga camina desorientada sobre la mesa, en círculos o algo así. Se ríen. El la mata con el índice izquierdo y la tira en la pileta. Abre la canilla. El tiempo pasa como siempre).

Ella – Bueno, creo que es bastante tarde. Y tengo miedo de que vengan más hormigas.

El – No te preocupes. Esa era la última. Estuve batallando toda la semana.

Ella – Nunca es suficiente con las hormigas. Y evidentemente no las conocés si pensás que esa era la última.

El – Puede que tengas razón. Igual es verdad. Es tarde.

(Se levantan. Caminan hasta el living. El agarra su sobretodo y se lo da. Ella se lo pone. El la mira. Ella lo mira. )

Ella – ¿Bueno vamos?

El – Dale

(Ella no se mueve un centímetro. El tampoco. Se miran. Pasan cuatro segundos. José González sigue cantando. Con el filo del ojo ve algo que se mueve. Demasiado rápido. Demasiado chiquito. El desvía la mirada. Una hormiga. El piensa que es verdad. Que evidentemente no sabe nada de hormigas. Que la que vio era el primer soldado de la segunda batalla. Y es un soldado con mandíbulas fuertes. De un solo mordisco rompió la soga de las miradas. Ella baja la cabeza. Ya no se ríe.)

Ella – Bueno dale abrime.

El – Si vamos

(El se acerca y con las dos manos le arregla las solapas del sobretodo. Cuando termina sigue agarrado de las solapas)

Ella – Va ser difícil

El - ¿Qué?

Ella – Irme si vos te quedás con mis solapas.

El – ¿No te gustan las cosas difíciles?

Ella – En general no. Pero ésta me divierte.

(Ella con las dos manos lo agarra del pulóver. Sin hacer fuerza. A la altura de la cintura)

Ella – Si vos te quedás con mis solapas yo me quedo con tu pulóver.

El – Quedátelo. Yo no pienso soltar mis solapas. Si lográs sacármelo te lo quedás.

Ella – Para ser alguien que dice haber leído tanto Cortázar sos bastante arriesgado.

El – Se nota que te falta. Mi pulóver es gris topo.

Ella – Es azul

El – Es gris topo.

Ella – Es azul.

El- Es gris topo

(Los dos sonríen con la boca cerrada)

Ella – Aún así sos arriesgado.

(Ella levanta el pulóver. Sin esfuerzo aparece la cabeza de él. Despeinada. Los brazos de él quedan cubiertos con la lana del pulóver azul topo. Ella se ríe. Todavía con la boca cerrada, pero con los pómulos altos y los ojos achinados)

El – Te apuesto algo a que aún así te puedo sacar una bota

Ella – No hay chance

El – Apostemos

Ella – ¿Qué apostamos?

El – Una palabra

Ella - ¿Cuál?

El – Esta

(El se acerca más y le dice una palabra casi en el oído. Se separa un poco. Ella lo mira. Le sonríe, y le da un beso. En la pared de la puerta de salida que sigue cerrada dos hormigas caminan hacia la cocina).

2 comentarios:

Mateo dijo...

Opa. Y yo que pensaba que era todo una treta para que se llevada el shampu. Buena química al final.

Anónimo dijo...

El preparó una picada modesta pero rica. Un bree entero sobre una tabla chica, con un cuchillo para quesos apoyado en el borde. Unos panes de hierbas de la panadería de siempre. Un lever, aceitunas negras con carozo, tronquitos de apio con aceite de oliva y queso crema con cebolla seca, pimienta y otra vez aceite de oliva.
Eso es una picada modesta?! Muy lindo.
Lau