lunes, 24 de marzo de 2014

Viernes con significado

Hoy en la sala de espera del dentista una mujer me contó que era fóbica a los viernes 13. Me enteré que un grupo numeroso de personas padece, cada viernes 13, temblores en las extremidades, taquicardia, ataques de llanto inexplicables, y, en el peor de los casos, la supresión de la conciencia mediante el desmallo. Mientras la mujer me contaba de su padecimiento insólito pensé en Fer, mi amigo de la infancia y de siempre. Tal vez porque la última vez que nos habíamos visto me contó que había empezado a ir a una especie de terapia de grupo que lo ayudaba con sus ataques de pánico. Fer y yo nos conocimos en  segundo grado de la primaria. El colegio quedaba frente a la Plaza Guadalupe, en Palermo. Cuando teníamos 10 u 11 años esperábamos los viernes como náufragos. El colegio, con los curas y el doble turno, era un mar que transitábamos enloquecidos por el sol permanente del adoctrinamiento. Cuando finalmente el viernes llegaba, salíamos  del colegio y caminábamos hasta Medrano y por ahí hasta Corrientes, al edificio donde vivíamos. Caminábamos y hablábamos de las cosas importantes o divertidas de las clases. Como nuestro colegio era de varones, esas caminatas eran la parte del Diagrama de Benn que nos cruzaba con las chicas. A veces teníamos suerte y aparecía algún ejemplar que nos sumergía en un silencio cómplice que duraba un par de cuadras.  Cuando llegábamos a casa empezaba lo que llamábamos Viernes con significado. A partir de ahí, el tiempo era nuestro. Lo primero que hacíamos era correr alrededor de la mesa del comedor, cantando como locos una canción que pagaría lo que no tengo por recordar. Fer tampoco la recuerda, pero los dos sabemos que existía.
Cuando salí del consultorio saludé a la mujer, que seguía esperando, y ya en la calle me sumé a la fila de personas que esperaban el colectivo. Googleé  en el teléfono esto de la fobia. Wikipedia confirmaba: El miedo a los viernes 13 se llama collafobia o friggaatriscaidecafobia, siendo una forma espeluznante de triscaidecafobia. El viernes 13, como símbolo del terror y la mala fortuna,  podría tener su origen en una noche de octubre de 1307 en que  Felipe IV de Francia había mandado a capturar a un grupo de Templarios. En nombre de Cristo, la Santa Inquisición los había mandado de a uno a la hoguera, condenándolos por herejía, sodomía y por orinar y escupir en la cruz. Lo que pasaba en realidad era que los Templarios se habían convertido en los principales prestamistas de la Europa Medieval, y hasta el mismísimo rey de Francia les debía más de lo que hubiera querido. Jacqes de Molay, el último Gran Maestre de la Orden, antes de asfixiarse para siempre en el humo injusto, había “emplazado” a Felipe IV y a su mano operativa, el Papa Clemente. "¡Clemente, y tu Felipe, traidores a la fe cristiana, os emplazo ante el tribunal de Dios!... A ti, Clemente, dentro de cuarenta días, y a ti Felipe, dentro de este año." Wikipedia aseguraba que el Papa Clemente había muerto a los treinta días y el Rey Felipe, antes de cumplirse un año. Luego el artículo volvía sobre esta fobia que exudaba excentricidad.
Entonces volví a pensar en  Fer y en los viernes, cuando con un metro treinta de altura, jugábamos a los penales en el pasillo del piso donde vivía yo. Teníamos suerte. Mi tía, la hermana de mi viejo,  cada vez que venía a visitarnos nos traía una  Pulpito, que por el pique y el tamaño era perfecta para el fútbol de pasillo. Arriba, donde vivía Fer, no se podía jugar a los penales. Una de sus vecinas, una vieja frustrada,  nos amenazaba cada vez que podía. Nos decía que iba a hablar con nuestras mamás, aun cuando sabía que la mamá de Fer se había muerto cuando él era tan chico que ni siquiera había alcanzado a almacenarla como un recuerdo. Los dos sabíamos que cuando midiéramos un metro cincuenta íbamos a poder mandar a la vieja a la recalcadísima mierda. Mientras tanto, nos conformábamos con emplazarla en silencio, confiados en que nadie puede escaparle a la hoguera de lo justo.