viernes, 8 de agosto de 2008

El jardín de las delicias


Una noche de 150X, en una taberna de algún pueblo de Holanda, un hombre desvelado y envuelto en los trapos del alcohol termina de comprender que el único orden es un boceto del caos, y que aunque todo esté en movimiento y no haya quietud, cada cosa tiene un lugar. Con la mugre de sus dedos garabatea sobre la contracara de un fanzine de la época los bordes de lo que piensa. La taberna está ya casi vacía. Es el tiempo del retiro.
Al día siguiente, el hijo del dueño llega al lugar. Fueron horas agobiantes de cazar ratones en compañía de su yorkshire azul. El niño sabe hacerse de compañeros que pueden alcanzar sitios donde el no. Es un niño sabio. Tras la faena del día decide un merecido descanso. Se sienta en el único lugar donde su padre jamás lo encuentra, y cuando estira sus brazos sobre el piso en posición de descanso toca el boceto de aquel hombre.
Lo mira un rato y tras consultar con su perro, saca de su bolsillo una bolsita llena de lápices de colores. Pudo rescatarla de entre los restos de una bruja que sumergieron en el fuego de la plaza ayer a la tarde. Ahora entiende por qué. Con los últimos restos de luz se dedica a llenar el interior de las líneas del papel. El dibujo está terminado
.

1 comentario:

Anónimo dijo...

leeme esto todas las noches